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por Lilliana Ramos Collado

Mediante cuantiosos mapas, dibujos y fotos producto de una extraordinaria investigación de fuentes cartográficas, documentales y fotográficas, catamos cómo los planificadores y urbanistas españoles, locales y norteamericanos aportaron a un diseño urbano que más parece un designio, dada la voluntad de ordenamiento que surge de los documentos.

Por milenios y a través de todas las culturas, hemos imaginado la perfecta felicidad humana como una vida en el jardín, nos dice Robert Pogue Harrison en su libro Gardens. An Essay on the Human Condition. Los jardines del mito y la realidad han tenido para nosotros el aura del Edén o, como le llamaban los persas, del “paradeisos”. Acotar el territorio para el jardín ha sido siempre empresa humanizadora que nos libera de la pena cotidiana.

Dedicarse al jardín es, en palabras de Inés María Mendoza, nuestra más bella tarea, pues así hacemos “persona” y “universo”. En el jardín se conversa, se educa, se aprende. Arte y música se asocian con el jardín, así como el amor y el ocio creador, la paz y la justicia. No hay tanta diferencia en intención entre el rústico jardín de nuestras abuelas y el espléndido Versailles. Lo humano es lo que mejor florece en el jardín.

[CON]TEXTOS. El Parque Muñoz Rivera y el Tribunal Supremo de Puerto Rico. Andrés Mignucci. San Juan: La Rama Judicial de Puerto Rico (2012).

[CON]TEXTOS. El Parque Muñoz Rivera y el Tribunal Supremo de Puerto Rico. Andrés Mignucci. San Juan: La Rama Judicial de Puerto Rico (2012).

En su [CON]TEXTOS. El Parque Muñoz Rivera y el Tribunal Supremo de Puerto Rico, el arquitecto puertorriqueño Andrés Mignucci atiende la historia y los procesos del Parque más importante de nuestra Isla. Reconocido por sus proyectos de diseño paisajista y como historiador de nuestra arquitectura, Mignucci explora este Parque como el “primer espacio público puertorriqueño a gran escala”, y nos narra en detalle cómo su historia es producto del desarrollo urbano de la Isleta de San Juan. Mapa tras mapa vemos cómo surgió nuestra ciudad capital, y cómo este Parque cobró pensantez simbólica para eventualmente convertirse en el jardín de nuestro Tribunal Supremo, un edificio que une el purismo del diseño moderno con la sensibilidad hacia nuestras condiciones climáticas.

Mediante cuantiosos mapas, dibujos y fotos producto de una extraordinaria investigación de fuentes cartográficas, documentales y fotográficas, catamos cómo los planificadores y urbanistas españoles, locales y norteamericanos aportaron a un diseño urbano que más parece un designio, dada la voluntad de ordenamiento que surge de los documentos. Un “eje cívico” formado por edificios institucionales como el Capitolio, la Biblioteca Carnegie, el Ateneo y la Escuela de Medicina Tropical, culmina con el Parque, cuya construcción comenzó en 1926, y dentro del cual se ha ubicado el Tribunal Supremo (1956). Según Mignucci, nada más natural que colocar la sede de la justicia dentro de un jardín.

La firma de arquitectos Bennet Parsons y Frost, de Chicago, dio concreción al deseo municipal de construir un parque público. Según Mignucci, con esta firma —que exponía la arquitectura del Beaux Art y del City Beautiful Movement—, se pretendía “sanear la imagen de la ciudad”. La firma respetó la arquitectura colonial existente en el Parque —el Polvorín de San Gerónimo, diseñado por Tomás O’Daly en 1769— y la integró a su diseño. Luego le siguieron otros “restauradores” que obedecían a nuevos usos urbanos: en la década de 1960, el arquitecto Orval Sifontes; en los 1990s, el arquitecto Otto Reyes Casanova; y en los 2000s, el arquitecto Andrés Mignucci. Cada uno restauró el trazado, los jardines y las estructuras, y añadió elementos novedosos para enriquecer la experiencia del Parque. Y desde 1985, el Tribunal Supremo fue añadiendo nuevo espacio para oficinas y una nueva biblioteca que hoy sirve, literalmente, como mirador hacia el Parque.

La justicia en el jardín: tal ha sido el designio que, durante 500 años, los planificadores de San Juan han ido elaborando, cada cual aportando a la densidad simbólica de esta zona de nuestra Capital. “El espacio público del Parque y el edificio del Tribunal Supremo son parte y producto de procesos culturales que se solapan a través del tiempo”, nos dice Mignucci al culminar su relato sobre esta gesta cívica puertorriqueña que creó espacios para una democracia viva que siempre andará en busca de mayor perfección, y que queda ilustrada en este hermoso libro dotado de la erudición amena de quien escribe, a su solaz, en un jardín.

El libro se obtiene libre de costo en la Sede del Tribunal Supremo en Puerta de Tierra.

[Esta reseña fue publicada originalmente en el Suplemento ¡Ea! de El Nuevo Día el 2 de junio de 2013]