Y como estamos en tiempos de estúpidos, creo que tenemos que aprender algo más sobre esta plaga polimorfa que nos amenaza a cada minuto…
Las leyes fundamentales de la estupidez humana. Carlo M. Cipolla. Barcelona: Crítica (2012).
por Lilliana Ramos Collado
Y tú te creías que sabías lo que es la estupidez humana… pero el gran historiador italiano Carlo Cipolla se ha mandado un libro que te pone en tu sitio. Lo leí originalmente hace unos años, y me dejó de una pieza. Claro, me reí como una loca, y, también rabié con su minuciosa descripción de los peligros catastróficos de la estupidez.
Y como estamos en tiempos de estúpidos, creo que tenemos que aprender algo más sobre esta plaga polimorfa que nos amenaza a cada minuto… e inesperadamente. Sigue leyendo →
Jelou… ¿Habrá una obra de arte que NO sea abstracta? ¿Podrá un artista poner en su obra el “todo” de un asunto? Un paisaje pintado exhaustivamente, ¿será posible? Una foto que tenga TODO lo que existe frente al lente de la cámara, ¿será podrá tomar? Algo se queda siempre fuera de la imagen creada. De hecho, una obra de arte no tiene la misión de ser prolija, perfecta en su total captura del todo. Al contrario: existe para darnos la impresión de ser cabal y completa en lo que pretende plantear. Hablemos, pues, de una totalidad “negociada”.
¿No es así en la filosofía? ¿Habrá algún pensamiento que no sea abstracto? ¿Estará la exhaustividad reñida con el pensamiento agudo de las distinciones y las precisiones que se revela en el habla de la filosofía?
Un hermoso jardín de los saberes… el Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico.
por Lilliana Ramos Collado
En realidad me asombra siempre hablar de nuestra Universidad en crisis. Pensando en la crisis como un acontecimiento aparentemente fortuito, sorpresivo, de causas desconocidas o aterradoras, que provoca incertidumbre y que parece no tener solución lógica o inmediata es, de muchas maneras, soslayar que la crisis vive en la naturaleza misma de la universidad. Como comunidad académica vivimos de la diversidad de disciplinas y de constantes cruces entre ellas, lo cual promueve, deliberadamente, un perenne estado de complejidad sistémica. El potenciamiento de la independencia de criterio, de la tensión entre materias, entre prioridades, entre puntos de vista y entre intenciones, nos pone siempre al borde del caos, y pienso que sin ese constante asomarnos al caos no es posible la universidad. El proceso educativo para adultos que quieran incidir en lo social, que deseen crear nuevo conocimiento o que deseen reinterpretar o dar nueva luz al viejo conocimiento necesariamente crea polaridades entre intereses cada cual igualmente invitado a levantar su cabeza y exigir tarima, a ser escuchado y aceptado. La universidad no es institución de «tolerancia» sino de una laboriosa y retante «aceptación» de las diferencias, y en ese sentido estamos en palestra perennemente abierta. Y suele ocurrir que quien dice que no es escuchado sí lo es, pues lanza su queja en el espacio de la escucha. El turno para hablar es complejo y el reto es no permitir que nadie prepondere y secuestre por sí solo el espacio del habla.
Escribo este breve ensayo en homenaje a Evadne, a Melibea, a Thelma y a Louise… mujeres que decidieron lanzarse al vacío cuando descubrieron que no había lugar para ellas en el mundo tal como lo conocieron.
[Frente a un precipicio en el Cañón del Colorado
y con la policía detrás de ellas] Thelma: OK, escúchame: no nos dejemos agarrar. Louise: ¿Qué estás diciendo? Thelma: ¡Síguelo! Louise: ¿Qué quieres decir? Thelma: …¡Dale! Louise: ¿Estás segura? Thelma: ¡Sí!. ¡Písalo!»
por Lilliana Ramos Collado
… y para terminar…
Al[1] final de La Celestina, de Fernando de Rojas, Pleberio se lamenta amargamente no sólo de la muerte de Melibea, su única hija, sino de la absoluta carencia de modelos para poder formular su lamento y plantear inteligiblemente su dolor:
Pleberio—…desconsolado viejo, ¡qué solo estoy! Yo fui lastimado sin aver ygual compañero de semejante dolor, aunque más en mi fatigada memoria rebuelvo presentes y passados… Que todo esto es bien diferente a mi mal… ¡O incomparable pérdida! ¡O lastimado viejo! Que quanto más busco consuelos, menos razón fallo para me consolar.[2]
Ocurre que la ‘tragedia’ de Pleberio radica, precisamente, en el darse cuenta de que se halla ante un vacío, ante una situación que ha creado nuevas relaciones de producción de sentido que él no está preparado para descodificar. Pleberio se encuentra ante el desastre. Su dolor, huérfano de modelos, se traduce en perplejidad: su fórmula principal es la pregunta. Al carecer de respuesta, la obra termina, pero no cierra:
Pleberio—¡O mi hija despedaçada! … ¿Por qué me dexaste cuando yo te havía de dexar? ¿Por qué me dexaste penado? ¿Por qué me dexaste triste y solo in hac lacrimarum valle?[3]Sigue leyendo →
A la hora de enfrentar una sociedad económicamente convulsa, prefiero recordar a Juan Antonio Corretjer y su bella décima «En la vida todo es ir» que tan hermosamente interpreta Joan Manuel Serrat. Decir que la necesidad es la madre de la invención es casi un insulto a la inteligencia humana pues bien sabemos que la verdadera invención nada tiene que ver con la desgracia, más bien tiene que ver todo con el cultivo constante de una mente elástica, capaz de imaginarse otra que sí misma, capaz de salirse del mero yo, capaz de dar el salto al vacío en cualquier momento.
Para esa condición de apego al riesgo constante, vale cultivarse, dar rienda suelta a la curiosidad, jugar al disfraz todos los días, salirse de sí con frecuencia, explorar el ensueño, divagar, aceptar la diversidad como condición natural de la vida, asumir responsabilidades e irresponsabilidades, y, sobre todo, abrazar la crisis.
En mi jardín, un chorro de agua de lluvia refulge entre la hojarasca.
El jardín no son las plantas ni las veredas, ni el agua ni el abono. Es el “dónde” evocador. El ángulo de la sombra es vereda para la mirada. El patrón azaroso de las ramas es su figura.
por Lilliana Ramos Collado
Lo he buscado y, como no lo encuentro, lo he ido construyendo. Modelos hay en la imaginación. Modelos trae el deseo. Porque el jardín no es otra cosa que la encarnación de un deseo de paisaje, pero de un paisaje íntimo, como la imagen del corazón.
El jardín no son las plantas ni las veredas, ni el agua ni el abono. Es el “dónde” evocador. El ángulo de la sombra es vereda para la mirada. El patrón azaroso de las ramas es su figura. La convocatoria sensorial —los olores, los matices, el susurro del viento— propone un acorde de voces que sólo nos habla desde la familiaridad de un lugar conocido antes de ser conocido. Y, luego de conocido, perpetuamente enigmático. Debe serlo: la familiaridad absoluta mataría el jardín. Sin misterio, sin aquello que queda inexpresado y expuesto a la errancia de la intuición, no hay jardín. Sigue leyendo →
"Entre intelectuales en las cenas, el veneno sutil fluye, la ejecución velada, manchada, y la masacre de la trituradora.[...] El resto del tiempo transcurre resucitando títulos, nombres, obras, recuerdos, con el fin de defender el potencial cultural contra los olvidos. La amnesia, el abandono de uno solo es contagioso..." Jean Baudrillard