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por Lilliana Ramos Collado

Víctor Vázquez en una de sus instalaciones para la exhibición "Vamos a no llegar, pero vamos a ir", en el Instituto de Cultura Puertorriqueña (2013).

Víctor Vázquez en una de sus instalaciones para la exhibición «No vamos a llegar, pero vamos a ir», en el Instituto de Cultura Puertorriqueña (2013). Foto por Neysa Jordán.

“Eso son las ruinas, escombros de objeto que forman huella para un alguien eventual. La ruina es el objeto visible y virtualmente legible. Vestigio perdido en medio del desierto a la espera indefinida de un descubridor o de un decifrador.”

—Gérard Wajcman, El objeto del siglo

Habría que preguntarse, junto a Siegfried Kracauer, si hay alguna foto que no sea una “vieja” foto, imagen siempre en tránsito hacia un envejecimiento prematuro, cuyo papel aguanta apenas lo que le va encima, siempre paciente  del acto culpable y corrosivo del tiempo detrás de algún signo de decadencia: —la moda pasada de moda, la juventud de una jovencita, un árbol hoy arrancado de cuajo que testimonia su propia ausencia, el impacto de alguna guerra, la crueldad de una sequía… Cuando Víctor Vázquez opta por la fotografía para explorar “la ruina”, lo hace mediante una subrepticia redundancia: la certidumbre de que se necesita una ruina para hablar de otra.

En su exhibición titulada No vamos a llegar, pero vamos a ir, Vázquez  echa mano de una frase de un a obra teatral de Federico García Lorca titulada El público. Es desde la terquedad voluntarista de Lorca que el artista nos confronta con una serie de fotografías e instalaciones que van al meollo de la memoria: ladrillos arrancados de un ruinoso edificio abandonado en el Viejo San Juan —propiedad de Nick Quijano, también artista— , cajas que dan la impresión de guardar los momentos claves de la historia de Puerto Rico, estibas de ropa limpia pertenecientes a una anciana que acaba de morir, una cama que es a la vez una mesa y un refugio, y un tenderete que aguarda porque esa ropa recién lavada se ensucie, y haya que volver a lavarla y colgarla al sol. Las fotos y demás elementos de esta exhibición, cuidadosamente colocados en el espacio de las galerías, se plantan en una domesticidad literalmente arruinada que recoge, si acaso, los síntomas o los vestigios de quien la habitó. Un largo tracto: la ruina que ha seleccionado Vázquez es un edificio colonial en el Viejo San Juan que tiene al menos unos 350 años de historia. Este artículo no ha terminado. Pulsa aquí para Continuar leyendo 

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