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Durero, Fragmentos de Safo, Françoise Chay, Gérard Wajcman, Marcha de Orgullo Gay, Masacre de Orlando, Monumento a Víctimas de la Masacre de Orlando San Juan Puerto Rico, Monumento al Jíbaro Puertorriqueño, monumentos, Parque del Tercer Milenio, ruinas
Lilliana Ramos Collado
“Hacerse sitio, abrir camino, dejar paso son acciones que implican desembarazarse de lo ajeno y hostil para la vida de in individuo o grupo humano. No ha habido jamás un espacio ‘abierto’ de antemano, sino que lo han abierto la espada y la llama, el hacha y el arado. Y el arte consagra esa violencia primigenia.” —Félix Duque[1]
“Le monument naît de la mort, et contre elle.” —Régis Debray[2]
“The memorial, insofar as it is human, is not alien to any of us.” — Robert Pogue Harrison[3]
Observando la foto introductoria que presenta al escritor puertorriqueño David Caleb Acevedo (foto de Pabsy Livmar González) en el Monumento LGBTT a las víctimas de la Masacre de Orlando, Florida, se me ocurre comenzar este ensayo recordando ese claro en el bosque que tan elocuentemente nos describió Martin Heidegger en su epocal ensayo “Construir habitar pensar”[4]. Heidegger nos dice: «Para habitar, hay que crear un claro en el bosque». Es decir, “estar” es el resultado de un arduo trabajo que consiste en hacerse espacio literalmente contra natura y contra hominem. Ese espacio apropiado y aquello que allí coloquemos servirá —así nos lo recuerdan muchos— como soporte de nuestra historia individual y colectiva. Mantenerlo abierto es el reto diario de una vida significativa que se negará a renunciar a su historia.