Etiquetas
autorretrato, cuerpo, cuerpo extraño, desnudo femenino, dolor, Frida Kahlo, muñeca, teatro anatómico, violencia de género, violencia y mirada médica
por Lilliana Ramos Collado
“Pues el ídolo del amor perseguido hasta la muerte constituye una meta para el amor, y este hecho confiere inagotable magnetismo al pelele rígido o desarticulado cuya mirada no es indiferente, sino vidriosa.” —Walter Benjamin, Alabanza de la muñeca
“Las muñecas necesitan el suelo tan solo para rozarlo, como los genios del aire, para que los miembros, mediante un refrenamiento instantáneo, retomen su impulso. Nosotros lo necesitamos para reposar sobre él, para descansar tras los esfuerzos de la danza.” —Heinrich von Kleist, Acerca del teatro de marionetas
Por supuesto que me he copiado de Walter Benjamin. Su oscura irritación ante el libro desabrido de Max von Boehm sobre las muñecas y los títeres da cuenta plena de su amor por estos personajes cuya fantasmática naturaleza nos sirve para desplazar hasta el infinito un Eros que rehuye todo asidero con “la cosa”. Me refiero a ese Eros “desollado” que, según Benjamin, “vuelve revoloteando al cuerpo de la muñeca”[1]. Porque la muñeca es dócil ante el embate hermenéutico del apasionado coleccionista de cuerpos posibles, aunque la muñeca es el enigma que no entrega otra cosa que su apariencia, que su vestido, que su piel. Coleccionar muñecas —esos oscuros objetos de una pasión, al decir de Jean Baudrillard[2]— propone, precisamente, ese nervioso desplazamiento del amante por las superficies que se erizan ante la demanda del deseo, superficies permutativas, en tanto la muñeca es percha de donde colgar aquellos trajes, aquellas investiduras identitarias, que abocetan lo que se dice que la mujer quiere y lo que se dice que la mujer es. Sigue leyendo