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anatomía, Barroco italiano, cartografía, Leonardo da Vinci, Lilliana Ramos Collado, mapa, urbanismo pornográfico, veduta Jacopo de'Barbari, Venecia, Venetie MD, Veronica Franco
por Lilliana Ramos Collado
La estampa que quiero contarles proviene de la rutilante Venecia barroca:
Desde que el destino me obligó a abandonarte, oh [Venecia].
En mi memoria regreso a ti constantemente,
oh amigable y leal refugio patrio […]
Ninguna dulzura puede aliviar mi amargura
por el dolor que me causó dejarte atrás,
oh, tierra nativa tan amada. […]
Abandoné a Venecia, patria sin par,
abandoné las doradas mansiones y tallas de mármol,
tan altas sobre las aguas que el mar sereno
de ellas se aleja para contemplar su belleza;
que las olas, aliviando su furia
fluyen hasta aquí para bañar la sagrada ciudad,
reina del mar, engastada en el mar.
Y el agua humildemente retrocede a sus pies,
y tomando los variados y sinuosos canales
va encontrando su ruta por incontables caminos. […]
Todo el mundo viene a admirarla
como el más singular milagro de Natura,
más bella mientras más se mira,
y aunque está desnuda de muralla exterior,
es menos accesible que una fortaleza,
muros o troneras, fuerte y segura.
Todo lo que contiene el universo
de uso y necesidad para la vida humana
es traído aquí desde el universo entero
a rendirle lo que ella merece,
abunda en territorios bien ordenados
para producir todo lo que en ella no fructifica
y así la rodea una eterna abundancia,
sus arenosas playas son las más fértiles tierras
sobre toda la Tierra. […]
Los altos adornos y el inmortal esplendor
de mi famosa y magnífica patria
me hacen odiar estos bosques y estas landas. […]
Oh, amado refugio, la pena me embarga.
Quien canta con tal desgarramiento su separación de la ciudad de Venecia es Verónica Franco, una de las prostitutas más célebres de la modernidad temprana y una poeta espléndida, como lo atestigua este poema dedicado a su ciudad natal. Nacida en 1546 de una familia de cittadini originari —la casta profesional que pertenecía a la burocracia y a las fraternidades venecianas—, Verónica se convirtió en una cortegiana onesta, o cortesana honorable. Su extraordinaria belleza fue inmortalizada por Tintoretto, y su exitosa vida como una profesional del sexo estuvo potenciada por su vasta cultura, su conocimiento de las lenguas clásicas, y sus dotes literarias. Sus clientes y amigos, reyes, nobles, comerciantes y potentados, extranjeros y venecianos, burócratas, políticos y artistas, nunca le permitieron olvidar su singular individualidad en una época y en un lugar donde la mujer no contaba para nada en la vida pública o privada. En sus escritos, Verónica explaya incisivos comentarios que abocetan un feminismo temprano, y demuestra plena conciencia de la denigración que diariamente sufre la mujer en una sociedad que la obliga a mercadear su cuerpo a cambio de riqueza, conocimiento, fortuna e influencia. Sabía que su riqueza la empobrecía, que su conocimiento la vaciaba de sabiduría, que su suerte la hacía desgraciada y que su influencia la degradaba.