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Crisis universitaria, Puerto Rico en crisis, saberes, Universidad de Puerto Rico Río Piedras
por Lilliana Ramos Collado
En realidad me asombra siempre hablar de nuestra Universidad en crisis. Pensando en la crisis como un acontecimiento aparentemente fortuito, sorpresivo, de causas desconocidas o aterradoras, que provoca incertidumbre y que parece no tener solución lógica o inmediata es, de muchas maneras, soslayar que la crisis vive en la naturaleza misma de la universidad. Como comunidad académica vivimos de la diversidad de disciplinas y de constantes cruces entre ellas, lo cual promueve, deliberadamente, un perenne estado de complejidad sistémica. El potenciamiento de la independencia de criterio, de la tensión entre materias, entre prioridades, entre puntos de vista y entre intenciones, nos pone siempre al borde del caos, y pienso que sin ese constante asomarnos al caos no es posible la universidad. El proceso educativo para adultos que quieran incidir en lo social, que deseen crear nuevo conocimiento o que deseen reinterpretar o dar nueva luz al viejo conocimiento necesariamente crea polaridades entre intereses cada cual igualmente invitado a levantar su cabeza y exigir tarima, a ser escuchado y aceptado. La universidad no es institución de «tolerancia» sino de una laboriosa y retante «aceptación» de las diferencias, y en ese sentido estamos en palestra perennemente abierta. Y suele ocurrir que quien dice que no es escuchado sí lo es, pues lanza su queja en el espacio de la escucha. El turno para hablar es complejo y el reto es no permitir que nadie prepondere y secuestre por sí solo el espacio del habla.