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Lo sabemos: cuando se siembra siempre es para que sobre, y siempre podemos invitar a otros a nuestra mesa. Es decir, sembrar nos da un lugar y una comunidad, nos da una mesa y una despensa.
por Lilliana Ramos Collado
La historia nos habla del proceso de civilización, y es casi un consenso universal que ese momento crítico en el desarrollo de la humanidad tuvo que ver con el comienzo de la agricultura. Casi nadie se pregunta hoy día cómo se le ocurrió a alguien, por primera vez, tomar una semilla, hundirla en la tierra, y esperar muchos meses para ver una planta surgir, airosa, y, eventualmente, ver colgando de ella un fruto comestible. Millones de años deben haber transcurrido entre el momento en que alguien descubrió que el fruto que descolgó de un árbol hallado en el camino del nómada podía ser puesto en la tierra para producir otro árbol del cual pudiera, un día lejano, dar otro fruto. Sembrar nos da la ocasión de someter a nuestra voluntad el proceso de lograr que el fruto ocurra.