por Lilliana Ramos Collado
Para Luce López-Baralt
“… y fuen aquel instante mágico revelado por la libertad del Mamutcandungo que los noveleros personajes de la novelabingo comprendimos que no importaba cual de nosotros cayera entre el dedo gordo y el índice de aquella mano (todo indicaba que será ese Mediopaquete del 50) todos correríamos novelabajo hasta desparramarnos por las islas y jugar esta novela de círculos concéntricos(”
—Manuel Ramos Otero, La novelabingo
“Pero quizás la caballería y los encantos destos nuestros tiempos deben seguir otro camino que siguieron los antiguos. Y también podría ser que, como yo soy nuevo caballero en el mundo, y el primero que ha resucitado el ya olvidado ejercicio de la caballería aventurera, también nuevamente se hayan inventado otros géneros de encantamientos y otros modos de llevar a los encantados. ¿Qué te parece desto, Sancho?»
—Miguel de Cervantes, Don Quijote (I)

Adal Maldonado, «Manuel Ramos Otero. Poeta / Novelista / Artista del Performance» (1985)
La obra de Ramos Otero, que reúne tomos en prosa y en verso, se caracteriza en general por un impulso hibridizante, por una clara insistencia en transgredir las fronteras ciertas de los géneros literarios tradicionales. Su primer tomo de cuentos, Concierto de metal para un recuerdo y otras orgías de soledad[1], marcó un hito en las letras puertorriqueñas al rebelarse contra el relato realista que dominaba el panorama de nuestra prosa. Los textos de este libro, surcados por el rejuego entre la narración pseudo-autobiográfica y la construcción del espacio para una intimidad lírica agobiante, dieron pie a una nueva manera de concebir la labor del escritor y de su texto. Al renunciar al rol de sociólogo al cual había sido reducido el cuentista y el novelista en nuestra tradición, Ramos Otero prescindió también de las propuestas de vanguardia que ya se presentaban como curiosidades anquilosadas. Aunque se le consideró “experimental”, desde el principio sus textos declararon la existencia de una voz plenamente formada y de una serie de temas y motivos que se mantendrían a lo largo de toda su obra.
Posiblemente se le consideró un escritor “experimental” por su constante preocupación teórica y metaliteraria: estos primeros cuentos ya manifestaban la voluntad de dinamizar las identidades, cuestionaban la construcción y el posicionamiento del sujeto enunciante, proponían una escritura afanosamente nomádica y socavaban el estatuto de realidad del relato. El texto se proponía como espacio tentativo y de suma fragilidad, sobre todo de autoridad siempre en fuga, de escamoteo de las genealogías, y hecho a cielo abierto, a la intemperie —o, en palabras de Juan Gelpí, construido como un discurso emitido lejos de la casa patriarcal de la nación[2]. Se trata de asuntos o posturas que se convirtieron en el pan de cada día del escritor puertorriqueño en particular, y del escritor latinoamericano en general. Y bien puede decirse que, aunque desde sus primeros textos Ramos Otero se instaló en las corrientes cuentísticas del boom —en especial de las obras de Borges y Cortázar— el Concierto de metal, publicado en 1971, inauguró en las letras puertorriqueñas una nueva época literaria. Sigue leyendo →
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