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Carla Acevedo-Yates, Casa Cortés, dibujo, Eduardo Lalo, escritura, marca. Crónica(o)
Si el habla y la escritura han llegado a ser desafíos de la ley, y si la ley misma se ha convertido en un desafío de la polis que la convierte en una ciudad de muertos, es hora de, literalmente, derribar los muros y reinventar la comunicación.
Lilliana Ramos Collado
“Escribir es un contrato con la muerte”.
—John Torres, Undead
“¿Cuál letra te rige? ¿Cuál de ellas
hace brillar tu abecedario?… ¿Con qué
capital disipas el abecé de tus (t)errores?”
—Ángel Lozada, El libro de la letra A
“Dibujar es el proceso del pensamiento”.
—Julia Kristeva, La cabeza decapitada
Escritor distinguido, ganador de premios literarios internacionales, ensayista incisivo, fotógrafo de gran consideración, Eduardo Lalo abraza las “bellas letras” y las “bellas artes” con angustia y resistencia. Como si le costara escribir, fotografiar, dibujar, marcar. Como si le costara la expresión tersa y educada que implica una comunicación sin tropiezos con su interlocutor. Cuando descubrimos sus poco conocidas fotografías, sus instalaciones, sus construcciones de pared, su pintura y su dibujo, vamos entendiendo: Lalo no está conforme con las formas de expresión que nos son dadas.
La inconformidad vale, como lo sugieren sus obras que se muestran en Casa Cortés en el Viejo San Juan, en la exhibición titulada Crónica(o). Lalo surge como la astilla en el corazón, como la mordaza que corta las comisuras de los labios, como la venda que, al desgarrarla, nos lacera los ojos.