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Consuelo Gotay, Cuento juvenil, Edgardo Rodríguez Juliá, Editorial S/M, Gráfica puertorriqueña, Las Brujas, libro de artista

Portada de la versión de divulgación de «Las Brujas», publicada en formato de libro por S/M Editores, San Juan, Puerto Rico, 2014.
por Lilliana Ramos Collado, Ph.D.
«Una obra de arte es la suma de sus destrucciones.» Pablo Picasso
Es necesario comenzar diciendo lo evidente: Consuelo Gotay —una de nuestras más extraordinarias grabadoras— es también una de nuestras mejores lectoras literarias. Es fácil afirmarlo: aparte de una obra substancial centrada en las artes del grabado, su dedicación vital al “libro de artista” como expresión que reclama un espacio igualmente vital en nuestras artes se apuntala en más de 10 cuidadosos proyectos en los cuales obras de autores como Luis Palés Matos, Aimé Césaire, Pedro Mir, Lourdes Vázquez, Ángel Darío Carrero y Edgardo Rodríguez Juliá han conversado de tú a tú entre letra e imagen. Hoy presentamos ante ustedes el tomo Las Brujas, de la Editorial SM, que nos ofrece tenso diálogo entre un relato breve y siniestro de Edgardo Rodríguez Juliá dedicado a un lectorado juvenil, y los intrincados grabados de Gotay. Hay un elemento en común entre los escritores que atraen a Gotay: la riqueza en la descripción, la intensidad metafórica, la belleza de un lenguaje que nos tienta a mirar a la vez que a leer. La descripción es clave aquí, pues en ella la palabra se borra a sí misma al invitar al lector a abrir los ojos de la imaginación para andar el camino venturoso desde la idea convocada por la palabra, y la respuesta de ese ojo mental que a todo quiere ponerle forma y color.
Para Gotay, el reto es mayor pues, al concentrar su trabajo en el alto contraste en blanco y negro, y abrazando el diseño tipográfico para solventar la composición de cada página, ella literalmente evita “ilustrar” el texto. Gotay prefiere elaborar sus énfasis como contrapeso de los énfasis temáticos del texto de Rodríguez Julia, un cuento casi de terror, casi de misterio, casi de silencios y ciertamente casi de soledad. Relato y grabado quedan suspendidos en un mano-a-mano de fuerzas opuestas en precario equilibrio, y cada cual aporta lo suyo a la idea del misterio literario: la idea del arte, la del texto, la de los paisajes claustrofóbicos y los personajes extraños, las de los susurros en la densidad del bosque, la de la extraña permeabilidad entre la vida y la muerte. Sigue leyendo