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Albert Beguin, Artemidoro de Daldis, Calderón de la Barca, el trabajo del sueño, La interpretación de los sueños, Meditaciones Metafísicas, metáfora, René Magritte, Sigmund Freud
Si el trabajo del sueño es trampear el significado de nuestra psiquis profunda, nuestro arduo trabajo es interpretarlos, traer sus contenidos de regreso a eso que llamamos “la vida real”.
por Lilliana Ramos Collado
“To sleep, perchance to dream…”
William Shakespeare, Hamlet
Ya estaba dicho. Y lo ha estado siempre: los sueños, sueños son. Es decir, se diferencian de la vigilia en un aspecto crucial: mientras lo real de la vigilia suele ser evidente a los sentidos, y su materialidad declara lo real como verdadero, los sueños se nos escapan, rara vez los recordamos completos: su carácter fragmentario y confuso nos desconcierta. Pero sobre todo nos desconcierta el hecho de que pertenezcan a nuestra intimidad intransferible, por eso nos causa problemas reconstruirlos para poder narrarlos. Si el trabajo del sueño es trampear el significado de nuestra psiquis profunda, nuestro arduo trabajo es interpretarlos, traer sus contenidos de regreso a eso que llamamos “la vida real”.
Es una cultura desconfiada la que proclama que “los sueños, sueños son”. Es esa cultura que atribuye a los sueños un carácter fantasioso, frívolo, turbado, contrario al ideal realista que fuerza a los individuos a atenerse a aquello que podemos esperar del discurrir de la cotidianidad concreta. Ese que llamamos “soñador” no es confiable, y esperamos que en algún momento de su vida caiga en tiempo, es decir, se tropiece con la dura materialidad de lo real. Sigue leyendo