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Áurea María Sotomayor, Giorgio Agamben, homenajes, José María Lima, José María Lima: Tradición y sorpresa, La sílaba en la piel, lo contemporáneo, obra abierta, poesía contemporánea puertorriqueña, poetas muertos
por Lilliana Ramos Collado
… y quisiera que me dijeran en gran pormenor el por qué de este rito melancólico que tiene que ver con reconocer en la muerte aquello que fuimos tardos en reconocer en vida; aquello cuya pérdida lloramos hoy con desconsuelo, pero que nunca fue nuestro. Que me dijeran por qué está suficientemente bien hacer plena contrición ante la elusiva dignidad de esta necrofilia que traviste una estima inoportuna, a destiempo. Recuerdo esa bella novela de Umberto Eco —L’Isola del giorno prima—en la cual un hombre encayado el día antes de la llegada y ya casi casi tocando tierra, se dedicaba a imaginar cómo sería llegar a tiempo, incluso llegar tarde —pero llegar— a la isla, y cuán desierta de vigencia, de oportunidad, de kairós, estaba esa perenne anticipación que caracteriza el día antes. Para Eco, el día antes es isla rodeada de promesa por todas partes. Y el día después, nada más que cementerio de virtualidades perdidas. Una vez desaprovechamos la ocasión, sólo una hermenéutica febril nos consolará de haber perdido el barco vivo del presente.

Áurea María Sotomayor Miletti, ed, comp. y coord. «Poéticas de José María Lima (1934-2009, Puerto Rico): Tradición y sorpresa». Pittsburg: Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana (Universidad de Pittsburg), 2012.
La verdad es que nunca llegamos a celebrar a José María Lima en vida. Haberle publicado La sílaba en la piel peleando con él a cada paso —como hizo Joserramón Melendes—, habiendo, incluso, usurpado el dislate de su trama poética para arrimarla a una cierta historia de Puerto Rico y de nuestra poesía puertorriqueña, y a una cierta historia de nuestras izquierdas legítimas, etc.—como hizo, de nuevo, Joserramón Melendes—, nos hizo no sólo llegar tarde con nuestros brazos llenos del tirso al fasto y al festín de la poesía de Lima, sino madrugar una lectura de Lima que expresara, desde lo pequeño de su gesto, su propia pequeña historia, su modesta poesía preñada de caricias y de diminutivos. Si la obra de Lima ha sido secuestrada tantas veces para contar —como las manchas de tinta que esgrimen los psiquiatras— historias universales de las infamias del poder, me pregunto si no estábamos —ya y desde siempre— abrazados a una pérdida, la pérdida de la ocasión propicia, la pérdida de la pertinencia de la poesía de Lima en su espléndida incipiencia y en su propio tiempo. Sigue leyendo