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ciencia ficción, derecho a soñar, Interstellar, Julio Verne, Luciano de Samósata, Seeking a friend for the end of the world, utopía
Si algo vemos en esa larguísima tradición de la ciencia ficción es que siempre insiste en cómo la mano humana, al manipular la naturaleza, puede darnos soluciones a las penurias de lo humano.
por Lilliana Ramos Collado
No es idea mía: fue Gastón Bachelard quien, en sus múltiples libros sobre la ensoñación, propuso que soñar es un derecho que atañe a la humanidad entera. Se trata de abandonar la idea del sueño traumático y ocupar ese espacio indescriptible para crear y para disfrutar nuestra psiquis profunda. El derecho a soñar nos da la cuerda necesaria para emprender proyectos de la imaginación, sobre todo en las artes creativas. Cuando Bachelard nos propone un derecho a soñar se opone a la larga tradición negativa que, como es el caso de Michel de Montaigne, le atribuye a la imaginación poderes que van en contra de la salud del individuo y puede llevarle hasta la muerte.
Quizás Freud, al localizar en el sueño las adivinanzas del trauma, sea parte de esa tradición negativa, mientras hay otros, como Jean-Jacques Rousseau, que nos advierten de las delicias de la imaginación erótica, y las ricas intuiciones políticas que surgen, precisamente, de la imaginación. Uno de los más interesantes filósofos de la Roma antigua, Luciano de Samósata, también proponía que, gracias al sueño y a la imaginación, podemos componer y eventualmente construir un mundo mejor.