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Félix González Torres, Francisco Oller, Javier Román, LGBTT, Lilliana Ramos Collado, Puerto Rico, queer, Yoryie Irizarry
por Lilliana Ramos-Collado
“Larry Lafountain: The editor on Wikipedia wants to merge the category «LGBT people of Puerto Rican descent» with «LGBT Hispanic and Latino American people» (in other words, eliminate the specific Puerto Ricans in the US category). Feel free to comment on Wikipedia (click on the «this category’s entry» hyperlink to see the debate). Make sure to log in to do so. 5:18 pm
Bruno Soreno: fucking fascinating, larry. Un abrazo primero. Pero preguntas: tendríamos que poner en wikipedia «LGBT people from caguas? o de capetillo, they.re there, mind you. Qué distinción tienen los/las LGBT boricuas que los haga idiosincráticos en una comunidad imaginaria como esa? Te habla y te abraza un estrait, que es como decir un blanquito en este mismo debate en terminos raciales, que no de preferencias sexuales. Pero mis preguntas son genuinas? [sic] 6:18 pm”
—Féisbuc, 17/6/2010, Conversación entre Larry Lafountain y Bruno Soreno
Ahí está la pregunta “legítima”. ¿Habrá una “geografía humana” queer? Es decir, ¿habrá una relación entre lugar y fisionomía, entre carácter y terruño? Son fáciles las caracterizaciones que nos legó Alexander von Humboldt en sus ilustraciones dieciochescas sobre sus viajes por una América Latina aún “salvaje”. Humboldt quiso ser ilustrativo, literal, y acabó ofuscando y malversando la imago de la americanidad. El reto de Humboldt: representar la relación entre territorio y habitante. Su resultado: una humanidad terrosa, indistinta de piedras y bosques, fieras y cataratas.
El “destino geográfico” que Humboldt veía como naturaleza no era otra cosa que el producto de lo que Mary Louise Pratt llamó su “mirada imperial”. Todavía estamos combatiendo ese mito que nos ata al imaginario terruño “primitivo” (conquistable, civilizable) de nuestra América. Por eso es importante preguntar, ¿qué más da Caguas que el Bronx? ¿Es posible o deseable trazar una geografía queer? ¿Podemos esperar de un artista queer que su arte declare su procedencia, su íntima “identidad”? Solicitar una coreografía de la sinceridad fisionómica nos lleva a preguntarnos, entonces, ¿cuáles son los emblemas y emoticons de la queeridad que permitan la transmisión de una propuesta política en denuncia de la injusticia contra la comunidad queer, o que le permita a esa comunidad ostentar celebrativamente su diferencia diferencialísima?
La teoría queer fue, en su preclaro origen, una reacción importante contra los riesgos de atribuir representabilidad directa y mimética a una sexualidad otra. Fundamentándose en el concepto de identidad performativa —ciertamente una paradoja estimulante en la riqueza de sus consecuencias— , denunció el carácter literal de los feminismos esencialistas, notando, además, iguales literalismos en los issues de raza, clase y nacionalidad. Las llamadas subalternidades —todas hundidas en el closet gigantesco creado por una sociedad prejuiciada y timorata— reclamaban lo mismo: el derecho a transitar a la intemperie en su plena diferencia. En el desarrollo de la teoría queer, lo que vimos fue la asunción sistemática de esos issues —raza, género, clase social, nacionalidad— que también parecían ser esenciales a la discusión de lo queer. De momento toda subalternidad se volvió potencialmente queer. Al emborronarse la queeridad como clasificación estrecha, confundida en el bosque de símbolos de múltiples marginalidades, surgió la pregunta por la imagen. ¿Cómo representar el reclamo queer de justicia social evadiendo el minimalismo que signa toda caricatura? Sigue leyendo