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belleza, Cindy Sherman, desnudo femenino, feminismos, fotografía, Hans Bellmer, Ivette Fred Rivera, Jean-Auguste Dominique Ingres, Lilliana Ramos Collado
por Lilliana Ramos Collado e Ivette Fred Rivera
“The nude remains the most complete example of the transformation of matter into form.” —Kenneth Clark. The Nude: A Study of Ideal Art
A finales de mayo de 2006, las autoras visitaron varias exposiciones importantes en París como corresponsales de ArtPremium. La riqueza y variedad del replanteamiento de artistas de la envergadura de Jean-Auguste Dominique Ingres, Hans Bellmer, Pablo Picasso, Dora Maar, René Magritte y Cindy Sherman atestiguan el panorama de diligente puesta en escena de estos clásicos de los siglos XIX y XX. El texto que sigue recoge algunas intuiciones sobre un tema que definitivamente enlaza a algunos de los artistas contemplados durante esta fructífera visita: el desnudo femenino.[1]
I. Tema y variaciones
Habría que comenzar por El baño turco—la gran obra crepuscular del maestro del retrato francés decimonónico—, que según Charles Baudelaire, habla del “libertinaje serio de las odaliscas de Ingres”, al igual que ese otro poderoso icono de la época —La Gran Odalisca. Con El baño turco, Jean-Auguste Dominique Ingres explora el desnudo femenino como el objeto fantasmal de las mil y una variaciones en un ambiente de serrallo que reseña las tórridas orgías de las mil y una noches. Que nada de esto nos sorprenda: al igual que la famosa traducción dieciochesca de Galland[2] de la erótica obra anónima protagonizada por Scherezada, la noche del serrallo debe estar poblada por mil y una mujeres, o por una mujer capaz de ser, a la vez, o en vertiginosa sucesión, todas las mujeres. Ingres ejecuta esta obra a los 82 años, y mencionar la edad del pintor no es una floreada afectación de historiadoras del arte: el propio Ingres consigna su edad al lado de su firma: “AETATIS LXXXII”. El artista, ya muy anciano, cierra el ciclo de sus grandes lienzos con esta fiesta visual que resume su idea múltiple de la mujer, y que lleva, como protagonista, nada más y nada menos que una citarista desnuda de espaldas al espectador.
Cuando asediamos la representación de la mujer en Ingres, no podemos más que referirnos, pues, a la idea de “tema y variaciones”. Pero se trata de un tema mítico que va al corazón mismo de la tradición de esta representación. En uno de los textos fundantes del arte de la modernidad, Leon Battista Alberti[3] rememora la perplejidad de Zeuxis cuando, obligado a pintar a Venus, y en vista de que ninguna mujer podía igualársele, convocó a todas las mujeres de Crotona a posar para él. De cada mujer, el célebre pintor de la Antigua Grecia tomó lo más bello, y al compendio de bellezas lo llamó “Venus”. Revivimos recientemente este mito poderoso cuando el pobre Truman —en el filme The Truman Show, de Peter Weir— va componiendo una imagen del rostro de su amada de juventud recortando los rasgos bellos de diferentes modelos en revistas de modas. Tema y variaciones… Una mujer que es todas las mujeres; todas las mujeres que son La Mujer. Sigue leyendo