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Venida al mundo como un regalo de los dioses, Pandora —literalmente «Todos los Dones» o «Todos los regalos»— trajo una caja que le regaló el padre de los dioses con la advertencia de que no debía abrirla jamás. Pero la curiosidad de Pandora pudo más que la ley del padre y, al abrirla, saltaron felices la catástrofe, el hambre y la necesidad. El mundo nunca fue igual gracias a Pandora pues fue ella la causante del mal en el mundo. Y el «mal» no era otra cosa que la libertad de la mujer, su participación social, su derecho a existir, a pensar y a hacer.
por Lilliana Ramos Collado
Ya, desde el comienzo de la literatura occidental, se hablaba del “linaje de las mujeres”. Pero no como un linaje de buenas madres y de eficientes amas de casa, sino como peligrosas sibilas, insidiosas solteronas, crueles despechadas o insufribles chismosas. Peligrosas por encender el deseo, amenazantes por guardar secretos, problemáticas por producir progenie y poner en cuestión el orden del mundo. Para Hesíodo, en su Teogonía, Pandora, como Eva en la mitología cristiana, fue la primera mujer mortal. Venida al mundo como un regalo de los dioses, Pandora —literalmente «Todos los Dones» o «Todos los regalos»— trajo una caja que le regaló el padre de los dioses con la advertencia de que no debía abrirla jamás. Pero la curiosidad de Pandora pudo más que la ley del padre y, al abrirla, saltaron felices la catástrofe, el hambre y la necesidad. El mundo nunca fue igual gracias a Pandora pues fue ella la causante del mal en el mundo. Y el «mal» no era otra cosa que la libertad de la mujer, su participación social, su derecho a existir, a pensar y a hacer.