Por Lilliana Ramos-Collado

Sergio Ramírez, autor de «El Señor de los Tristes»
[Texto preparado para la presentación de Señor de los tristes, de Sergio Ramírez, en la Librería La Tertulia, miércoles 5 de abril de 2006]
“No—dijo la sobrina—no hay para qué perdonar a ninguno, porque todos han sido los dañadores, mejor será arrojarlos por las ventanas al patio, y hacer un rimero dellos, y pegarles fuego, y si no, llevarlos al corral,y allí se hará la hoguera, y no ofenderá el humo.”
—Miguel de Cervantes, Don Quijote I.6
La prehistoria de la vocación literaria suele enunciarse como la de un contagio, de una inoculación, de la debilidad congénita que provoca la caída fatal en el vicio nefando de la lectura. Así, la llamada “literatura de la imaginación”, desde la novela artúrica hasta la novela sentimental, ha sido pasto de los más fieros ataques. Bernardo de Claraval, los curas tridentinos, el famoso doctor Tissot, todos condenaron el vicio de la lectura que enviaba el alma del lector a las pailas del infierno. De hecho, Tissot, el gran médico iluminista, sentenciaría sin vacilación alguna: “El onanismo y la literatura provocan estragos inenarrables en el hombre: impotencia y afeminamiento. De ahí la extrema fragilidad de la salud de los letrados.” Por ejemplo, Voltaire; por ejemplo, Rousseau. Ante las novelas de caballería, los tridentinos declararían el “Anatema sint!” que encendería la hoguera inquisitorial en el capítulo 6 de Don Quijote que, a su vez, consumiría a Palmerines y a Esplandianes por igual. Y el padre Claraval, incapaz de conciliar la caritas con la cupiditas, urdió casi cien sermones para encubrir, con una enorme y alegórica hoja de parra, las partes pudendas del desnudo y jugosoCantar de los cantares. Cervantes relacionaría, famosamente, lectura y melancolía, como lo harían Flaubert y sus dos payasos favoritos, Bouvard y Pécuchet. Igualmente Borges, ese cisne tenebroso, ese pluscuamfamoso lector de lectores, canon nuestro de cada día.
Hoy, el nicaragüense Sergio Ramírez, distinguido narrador, cálido animal político y lector voraginoso, nos entrega la prolija noticia de su vicio más íntimo y amado: la lectura. Su espléndido libro Señor de los tristes: sobre escritores y escritura, publicado hace unos pocos minutos por la Editorial de la Universidad de Puerto Rico, constituye, sobre toda otra intención, un devoto homenaje a sus autores y libros favoritos, sus lecturas formativas, los building blocks de la doble hélice de aminoácidos de su formidable talento. Con entusiasmo contagioso, Ramírez nos habla de su pasión por Darío, Cervantes, Cortázar, Neruda, Martí, Fuentes, Saramago, Borges, Cardenal, Carpentier, Asturias, Greene, Rodríguez Juliá, entre muchísimos otros que han ido creando el Gran Relevo Literario Latinoamericano que enlaza generación con generación, escritor con escritor. Sigue leyendo →
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