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archipiélago, Cindy Jiménez Vera, Islandia, literatura puertorriqueña contemporánea, maternidad, memoria
Lilliana Ramos Collado
Un día, el pasado mes de enero, partimos Cindy, Gaddiel, Chago y yo hacia Ponce con el firme propósito de visitar el augusto museo de esta augusta ciudad del sur. Me tocaría a mí servir de guía, trazar vínculos en esta heteróclita colección de hallazgos, pues un museo no es otra cosa que un archipiélago de obras esencialmente inconexas, ordenadas por la imaginación humana. La colgada de obras nunca es casual o accidental, sino una narración inventada por un curador, sazonada con anécdotas de la historia del arte. Caminamos por las salas del museo con pasión, fijándonos en las anécdotas, en los matices del rosado, en las expresiones faciales de los personajes, en el drama –ciertamente complejo– del arte.
Había una trama subyacente, un detalle en el viaje, que matizó esta visita feliz. En nuestra parada justo antes de llegar al museo, nos detuvimos para pedir direcciones pues nos habíamos perdido, y en esa parada Cindy me mostró, en la pantalla de su celular, uno de los mejores poemas de César Vallejo, el núm. 65, del poemario Trilce, que le dedicaba a su madre ya muerta, y a quien llamaba «muerta inmortal». Cindy pautaba así la trama de este viaje, pues antes de salir hacia Ponce me había regalado su Islandia, cuyo contenido yo aún desconocía. El nuestro fue un viaje hacia el pasado, hacia el mundo funerario que aún ostenta el espejismo de la vida transmutada en arte. Lo entendí cuando regresé a casa y leí Islandia de un tirón. Habíamos pasado el día celebrando vidas en fuga y conservadas en la hermosa superficie de obras de tantos artistas excelentes. Pasada la media noche de ese día singular pensé que Islandia es una hermosa urna de cristal que encierra en su transparencia la eterna cadencia de los regresos y las fugas de seres amados. Sigue leyendo