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Ilustración para Cinco semanas en globo (1863), de Julio Verne.

Lilliana Ramos Collado


“Se aprende sobre el alma humana en las desgracias y en los viajes”
—Marqués de Sade

Los hay que nunca salen del territorio conocido, y los hay audaces, que encampanan su deseo al coger calle, trillo, río, mar, aire…  sea andando, sea cabalgando, motorizado o a vuelo de pájaro. Nada más recordar esa extraordinaria serie de novelas llamadas, en conjunto, “viajes extraordinarios”, donde el padre de la ciencia ficción, Julio Verne, imaginó un viaje sobre África en globo durante cinco semanas, un viaje bajo el mar, iniciado por el Capitán Nemo que llevó a su tripulación alrededor del mundo, un viaje en cohete hasta la luna, and back, un viaje a las entrañas de la tierra, que comenzó en lo alto de una Catedral en Islandia, y un viaje bastante bumpy alrededor del mundo en 80 días, que en el film de la década de 1950 fue protagonizado por David Niven en el papel del elegante Phileas Fogg, por Cantinflas en el papel del mayordomo Passepartout, y con la nueva estrella de cine, Shirley MacLaine, en el papel de la princesa hindú Aouda. Desde las nieves eternas de la Antártica, hasta las islas del Pacífico, Verne nos lleva trotando a alta velocidad por todas las esquinas del planeta. A veces por error, a veces a propósito, los viajeros de Verne nos introducen al mundo de lo diverso, de lo extraño, de lo extranjero, donde son ellos mismos —los viajeros— los que son diversos, extraños, extranjeros.

Ilustración para 20,000 lenguas de viaje submarino, de Julio Verne

Ilustración para 20,000 lenguas de viaje submarino (1869) de Julio Verne

Al fragor de los cambios políticos en la Francia de fin de siglo, Verne recogió las sacudidas sociales en sus novelas, al mirar el mundo desde otro lado. Alejarse ayuda a enfocar la vista, pero alejarse hacia un lugar extraño te ayuda a ver aún mejor. De ahí el gesto acendradamente político de novelas que, si bien son de “aventuras”, la aventura más importante siempre es regresar al hogar para cambiar las cosas gracias al aprendizaje obtenido de ese viaje.

Tres fuentes fundamentales tuvo Julio Verne —novelista de novelistas que hoy consideramos, por error, un escritor para lectores jóvenes. Primero que nada, esa fiera política genial que conocemos como el Marqués de Sade, quien siempre se alejaba mentalmente de su Francia convulsa para comparar las costumbres de otros pueblos con las costumbres francesas, y que terminó diciendo “Se aprende sobre el alma humana en las desgracias y en los viajes”. Una segunda influencia decisiva fueron los cuentos góticos de Edgar Alan Poe: su novela antártica, y sus cuentos de viajes en el tiempo y en el espacio, como “Conversaciones con una momia” y “Tres domingos en una semana”. Esencial fue también Charles Baudelaire, y su pluscuamfamoso poema “El viaje”, con el cual cierra sus Flores del Mal. Nunca puedo olvidar algunos de los versos de ese estremecedor poema de de Baudelaire, que traduzco aquí para l@s lector@s:

Victor Segalen en China

Victor Segalen en China

Pero verdaderos viajeros son los que parten
por partir; corazones livianos parecidos a los globos,
de su fatalidad jamás se alejan
y, sin saber por qué, dicen siempre ¡vamos!

Y todo para descubrir, al final, que muy es amargo el saber que se extrae del viaje. Baudelaire termina su largo poema así:

¡Oh, Muerte, vieja capitana, levemos ancla!
Este país nos aburre, ¡oh Muerte, aparejemos!
Si el cielo y el mar son negros como tinta
Nuestros corazones que conoces están llenos de rayos.

¡Danos tu veneno para que nos reconforte!
Queremos, tanto el fuego quema nuestro espíritu,
hundirnos en el abismo, Infierno o Cielo, ¿qué importa?
¡Al fondo de lo desconocido para encontrar algo nuevo!

Colección de ensayos de Segalen que contiene Exotes

Colección de ensayos de Segalen que contiene Exotes

Mientras el turismo banal abrazaba el mundo desde tiempos del Marqués de Sade, y los turistas se lanzaban a recorrer lo desconocido y domesticarlo con la mirada, mientras nuevos ricos intolerantes y barrigones burgueses trataban de encontrar un menú familiar entre su desconcierto ante la Otredad, otros se resistían a mirar desde arriba esos extraños derroteros más antiguos que el nuestro: el Asia, la India, el Pacífico Sur, el Caribe, el continente latinoamericano. Así, un Richard Burton abandona su carrera en Oxford y parte hacia lo desconocido: liderea la expedición que encuentra el origen del Río Nilo, se circuncida para asistir a la Meca y tocar la Piedra Cava vestido de musulmán, y luego sigue hacia otros lugares fuera del circuito del turismo burgués y en más de una ocasión conversa de frente con la muerte.

victor-segalen1Así, Víctor Segalen, un cirujano francés del entresiglo, quien entre sus deberes médicos por las islas del Pacífico, por la China y por tantos otros lugares de un exotismo extremo, se pregunta cómo debía relacionarse con el lugar, si debía hundirse en las nuevas costumbres ajenas o si debía mantener una fría y distanciada actitud de extranjero, de antropólogo, de viajero sadeano. Segalen ya conocía los exotismos de Burton, de Pierre Loti, de Lafcadio Hearn, y de tantos otros, un exotismo dedicado a conocer aquello del Otro que se podía explotar, que se podía esclavizar para alimentar el feroz capitalismo del siglo XIX. Segalen decidió abandonar las lágrimas hipócritas y explotadoras de aquellos que lamentaban la pérdida de las tradiciones de estas culturas conquistadas y explotadas, y deambulaban aquí y allá como  meros turistas y saqueadores del brillo de esas otredades extraordinarias…

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Posiblemente el reto mayor de la breve vida de Segalen: lo «real».

Pues Segalen no. Segalen abrazó el tiempo y se dedicó a la historia de estos lugares según narrada en sus objetos y costumbres, memorias y rituales, y así reconocer y cultivar la diferencia insuperable y transhistórica que resultaría siempre ser irremediable: no somos el Otro, y tratar de meterse en sus zapatos es, precisamente, quitarle lo suyo, devastarle. Y así, Segalen siempre fue el médico curioso que, sin imponerse, fue aprendiendo con la humildad de un extranjero que se ve favorecido por tan extraordinaria experiencia de ir más allá de su insulsa cotidianidad, siempre sintiéndose agradecido de poder ver de cerca tanta maravilla.

El saber del viaje empieza por reconocer nuestra limitada humanidad, nuestra esencial extranjería, la banalidad de nuestras pretensiones de ugly tourist. El saber del viaje será amargo si vamos en son de conquista, de plagio cultural, de desmesura. En fin, seamos viajeros y no turistas: seamos como globos livianos y digamos siempre “¡Vamos!”

En su tiempo como médico en Polinesia, Segalen tuvo la oportunidad de leer los diarios de Paul Gauguin. Sus comentarios sobre ello tratan de cuán poco había Gauguin de sus anfitriones polinesios y cuán tradicionales fueron sus ideas sobre ellos.

En su tiempo como médico en Polinesia, Segalen tuvo la oportunidad de leer los diarios de Paul Gauguin. Sus comentarios sobre ello tratan de cuán poco sabía Gauguin de sus anfitriones polinesios y cuán tradicionales fueron sus ideas sobre ellos.