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por Lilliana Ramos Collado

A la hora de enfrentar una sociedad económicamente convulsa, prefiero recordar a Juan Antonio Corretjer y su bella décima «En la vida todo es ir» que tan hermosamente interpreta Joan Manuel Serrat. Decir que la necesidad es la madre de la invención es casi un insulto a la inteligencia humana pues bien sabemos que la verdadera invención nada tiene que ver con la desgracia, más bien tiene que ver todo con el cultivo constante de una mente elástica, capaz de imaginarse otra que sí misma, capaz de salirse del mero yo, capaz de dar el salto al vacío en cualquier momento.

Para esa condición de apego al riesgo constante, vale cultivarse, dar rienda suelta a la curiosidad, jugar al disfraz todos los días, salirse de sí con frecuencia, explorar el ensueño, divagar, aceptar la diversidad como condición natural de la vida, asumir responsabilidades e irresponsabilidades, y, sobre todo, abrazar la crisis.

La crisis puede ser muchas cosas en términos formativos del carácter. Nuestra cultura atrasada y, en general, timorata, propone un carácter duro y sólido, algo que los otros puedan reconocer como confiable, moldeado y acabado. Nos parece un don ser confiables, y esa confianza debe basarse en cumplir la expectativa de los demás de que siempre ofreceremos la misma respuesta, haremos lo que se espera de nosotras, podremos siempre rendir la misma cuenta. Nada más anonadante que siempre “cumplir” de la misma forma todas las veces. Nada más aburrido que llevar siempre la misma vida. Sentirse orgullosa de ser siempre una y la misma persona implica dejar de sentirse, reaccionar en automático, perderse la aventura, negarse a ser.

La vida es muchas cosas, y sus vericuetos son infinitos. Y están ahí, siempre fáciles de ver. Pero no se trata de meramente lanzarse a la aventura. Aunque suene contradictorio, hay que estar preparada. ¿Y cómo una se prepara para la vida como constante aventura? Pues una se dedica, en cada minuto libre, a seguir aprendiendo. Todo talento intuido debe ser explorado, alimentado, mantenido. Toda nueva inteligencia (de esas que surgen a azar), debe ser cuestionada y perseguida a ver qué rinde. Los viajes y las lecturas, los nuevos amigos y los nuevos enemigos aportan mucho a empujarnos hacia el riesgo de explorar otras maneras de ser y de estar en el mundo. No podemos quedarnos como meras espectadoras de la vida. Hay que ensayarse y explorarse, hay que ensayar y explorar.

Yo he sido muchas cosas, y he estudiado muchas cosas. Estudio siempre, busco a la gente de quien pueda aprender, intento disentir de mí misma, y siempre cuestionar lo que ya me parece seguro, final y firme. Hay que aceptar que la vida es contradictoria y que rara vez nos ofrece el mismo plato a degustar. Eso que Sócrates decía de “Conócete a ti misma” es cierto, pero no para encontrarte siempre la misma, sino para encontrar lo que de ti misma aún no sabías, una nueva capacidad, un nuevo talento.

Muévete, anda, cambia, sueña, estudia, cuestiónate, sufre y canta. Vuela, regáñate, grita, anda. Repiénsate, explórate, abrázate. Gózate, encuéntrate, piérdete. Que el mundo sea siempre una promesa, que sea una escuela, que sea un deber para ti formarte y reformarte. Nunca esperes el día de la graduación porque ese momento cumbre solo vendrá con la muerte.