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¿Quién es que no es queer?, para parafrasear la famosa frase de Rubén Darío. Ampliar el gesto de inclusión fue, en mi caso, ampliar el espacio de la solidaridad con el gesto queer, trasvasando épocas y orientaciones sexuales, e incluyendo a otras minorías maltratadas.

Nota Bene del 25 de agosto de 2013: Hace ya seis años que el semanario Claridad compiló y editó el primer EnRojo Queer. Momento histórico en que un periódico de prestigio le dedicaba a lo queer un pedazo substancial de su publicación y abrazaba el riesgo de apostar a la valoración de la comunidad LGBTT de nuestra isla. Hubo muchas discusiones agrias en torno al contenido de esta entrega del suplemento EnRojo. Una, para mí, fue fundamental, provocada por la aportación supuestamente humorística que hizo Rafah Acevedo bajo el título supuestamente humorístico de «NO tolero a los gays». Demasiadas suposiciones humorísticas tuvieron la desdicha de sumarse para dejar entrever, en el texto de Rafah, una voluntad dividida entre la «tolerancia» y la «aceptación» de lo queer. Para mí —y para tantos de nosotros— la «tolerancia» es una violenta consolación que nos otorga un hegemón prejuiciado que hace gala de su cinismo al abrir —a medias— los brazos para abrazar lo diverso. La «aceptación» es de otro signo: integra lo diferente sin tener que perdornarle su diferencia. Todo perdón implica que el que perdona se mantiene por encima del perdonado. El perdón es un regalo perverso: somete y humilla a quien lo recibe, pues no puede reciprocar ese perdón. En todo caso, deberían ser las minorías maltratadas las que perdonaran al maltratante, al excluyente, al que abusa de su poder para crear distinciones sociales ciegas basadas en la malversación de identidades y de derechos. Lo que sigue es un comentario que escribí en junio de 2010 y divulgado inmediatamente a través de mi muro en las redes sociales —Facebook—, en reacción al artículo de Rafah. Vale aclarar que, desde entonces, Rafah ha variado substancialmente su posición «tolerante», y entonces es obvio que este debate valió la pena. Debo decir también que yo también participé en ese primer EnRojo Queer con un artículo sobre el gesto queer en las artes plásticas, artículo que, deliberadamente, amplió las fronteras más allá de lo LGBTT para tocar los gestos de integración de otras minorías… 

Portada del primer EnRojo Queer:

Portada del primer EnRojo Queer: «Con Orgullo», Semanario Claridad, 24 al 30 de junio de 2010, editor y compilador, Yoryie Irizarry.

Caramba, creo que Claridad hizo una gran cosa en su EnRojo Queer. Me siento orgullosa de estar ahí con gente como Rubén Ríos, amigo entrañable, como Luis Negrón, igualmente entrañable, Mickey Negrón, con quien he conversado en filas de espera en museos y teatros, poetas como Aixa Ardín y Rafah Acevedo con quienes he tenido el gusto de compartir tarima, y con otros colaboradores a quienes no he tenido el gusto de conocer, como Rubén Rolando Solla, Mercedes Garriga, Salvador Vidal Ortiz… Contrario a esa escena en la cual un individuo rompe el espejo y su imagen quebrada le revela una identidad en crisis, me ha gustado ver, en el espejo quebrado de este EnRojo Queer, la superficie facetada de un diamante: cada cual que se mira en ella obtiene, en respuesta, diversas versiones de su propio rostro: el rostro vario y diverso de lo queer. Y esa es la gran cosa que Claridad propició: un espacio “quebrado”: inclusivo en términos temáticos, teóricos y prácticos.

Crítica, distanciamiento, regreso, celebración, militancia, enjundia ciudadana, han sido el engrudo que agrupa las inclusiones en este EnRojo. Después de todo, un suplemento dentro de Claridad no puede ser infinito, y quizás ni siquiera “representativo” del panorama queer —temas, teorías, issues…— pero sí puede plantear con su presencia un reclamo de lectura, reflexión y comentario. Ha sido una gran oportunidad —¡gracias, Alida!—, presenciar cómo se abre esta puerta, que nos invita a abrir muchas otras. Las exclusiones probablemente sean catastróficamente numerosas, pero es el riesgo que se corre al tratar de encajar lo diverso en lo uno, lo múltiple en lo singular… de un lugar cuyas páginas están numeradas: el EnRojo. Veámoslo como una primera entrega. Y para que el EnRojo no se convierta en un nuevo closet, diseminémonos por el resto del periódico…

Pero sigo pensando en ese binomio resbaladizo: inclusión/exclusión. ¿Cuál es su talante? ¿Lleva esta problemática pareja conceptual siempre el mismo signo oposicional? Porque hay exclusiones y exclusiones, del mismo modo que hay inclusiones e inclusiones… Y aquí quiero dar testimonio. Cuando se me invitó a colaborar con este EnRojo con un artículo sobre arte queer, sufrí un severo flush de agradecimiento e irreflexivamente le dí el “sí”. Hice explícita mi renuencia a crear un vínculo implacable entre la obra de arte y la “orientación sexual” del artista, sobre todo en un ámbito en el cual el realismo está de capa caída y se problematiza lo que he entendido como un arte comprometido, es decir, un arte ideológico o de protesta. Anyway, me puse a escribir y terminé pronto una primera versión del artículo, en el cual discutía el trabajo reciente de cinco artistas homosexuales y lesbianas cuyo arte entendía que se elevaba por encima de lo mimético y de la protesta literal para explorar nuevos espacios de expresión.

Al solicitar a los artistas permiso para reproducir imágenes de sus obras, para mi sorpresa, cada uno me dijo que NO quería ser incluido porque la categoría queer les parecía estrecha. Un par de ellos dijo que su arte no asediaba ese tema en particular; otra dijo que, luego de hacer mucha obra abiertamente lésbica, se había dado cuenta de que el recurso a formas de arte superadas le parecía un retraso que, a fin de cuentas desdecía de su compromiso político queer. Después de mi primer momento de shock ante el hecho de que me había quedado sin artículo —y luego de comunicarle a los amigos de Claridad mi desesperación— opté por asediar el tema desde otra ruta, trazada evidentemente por estas auto-exclusiones de los cinco artistas que pidieron no ser mencionados: ¿Cómo, entonces hablar de lo queer en un arte contemporáneo que se niega a ser literal en las manifestaciones de su protesta?

Me decidí por examinar —más que los rasgos queer que tópicamente se le atribuyen a esta masa humana compleja y diversa en sus manifestaciones visuales— el tema característico de su protesta que bien llama Rubén Ríos “ciudadana”. [Si quieres leer el artículo que se publicó en ese EnRojo, pulsa aquí: https://bodegonconteclado.wordpress.com/2012/02/06/arte-queer-ahora-lo-ves-y-ahora-tambien-lo-ves/ ] El coming out, el acto de entrar en un espacio de forma participativa —de entrar en «ciudadanía» como propone el brillante ensayo de Rubén—, debía ser el foco de mi indagación, el criterio que me podía llevar a identificar un arte de tendencia (política) queer. Ante mí, el panorama se expandió aún más: ahí se agrupaban las minorías sin cuento, ya que el drama del coming out, de colocarse en la palestra pública, de reclamar la palabra, es el acto afirmativo por excelencia de las minorías. Me pareció entonces retante para la categoría misma —arte queer— ser puesta a prueba recurriendo a artistas de diferente época y de distinto talante estilístico, temático… y sexual. De ahí descubrí un sesgo queer en Francisco Oller y en Javier Román Nieves, muy parecido —quizás idéntico en propósito— al gesto queer de un Félix González Torres.

Mi posición política fue ampliar la red para lograr una inclusión mayor que ostentara el drama de la toma de la palabra —o de la acción de arte—. ¿Quién es que no es queer?, para parafrasear la famosa frase de Rubén Darío. Ampliar el gesto de inclusión fue, en mi caso, ampliar el espacio de la solidaridad con el gesto queer, trasvasando épocas y orientaciones sexuales, e incluyendo a otras minorías maltratadas.

Pero hay inclusiones de otro signo, y de nuevo quiero dar testimonio de mi propia experiencia. Rafah Acevedo me incluyó en su artículo “NO tolero a los gays”, junto a una cartelera estelar compuesta por escritores de la talla de James Joyce hasta Clarice Lispector y Áurea Sotomayor Miletti. Esta inclusión, en vez de ampliar el espacio de tolerancia a los “gays”, borró, en mi caso, mi propia queerencia, anuló mi posición como lesbiana. Al catapultarme al espacio universal e indiferenciado de las belles letres, cualquier reclamo político de protesta en mi obra quedó aplastado debajo del elogio a la “buena literatura”. Leerme sólo para el disfrute estético anularía entonces la estética misma de mi compromiso político como lesbiana —en el sentido en que Walter Benjamin, en su preclaro ensayo “El autor como productor”, plantea la indisolubilidad del vínculo estética-compromiso político. Como si las ideologías quedaran disueltas en una estética kantiana del gusto y del estremecimiento ante la belleza. Yo francamente creo que no quiero estar en ese hit parade de la buena literatura tal como lo plantea Rafah.

En mi propio coming out en reróticas (1998), tuve que tomar demasiadas decisiones graves, personales y políticas, para ser reducida ahora a “buena escritora”, razón por la cual puedo ser “tolerada” en la lista de Rafah. Lo difícil aquí es hilar fino acerca de esa estética política. Como ni el arte ni la literatura pueden jugar en la cancha de lo literal (siempre son lenguajes figurados), ocurre que artistas y escritores que sean o no parte de la comunidad LGBTT pueden ser gestores de lo queer. Lo trágico es amputar a los LGBTT de su propia comunidad, al borrar el signo de su expresión artística queer. Not kool. Creo que Rafah trató de ser humorístico e incluso creo que trató de devaluar el concepto de tolerancia —que yo también creo que debe ser devaluado—. Pero lo cierto es que a Rafah se le fue de las manos su parodia y terminó produciendo un efecto contrario al que supuestamente buscaba.

Resulta, no obstante, gracioso tener a Rafah como una nueva minoría probable: la de la intransigencia homofóbica inconsciente. La elegancia de su argumento conceptual no es suficiente para cubrir la oscuridad que quizás se agazapa dentro de su contradictorio corazón. Rafah será mejor escritor que Borroughs, pero ciertamente no tan chévere. Hoy sigo admirando el talento de Rafah, ma non troppo. Freud lo ha dicho ya famosamente: los chistes siempre son en serio… [Amig@s lector@s, para leer algunos de los artículos publicados en este EnRojo Queer, sobre todo el de Rafah Acevedo, pulsa aquí: http://larrylafountain.blogspot.com/2010/06/claridad-queer-o-lgbt-en-rojo.html ]