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"Te doy mi corazón…". Ilustración del manuscrito del siglo XIV de la Novela de Alexandre.

«Te doy mi corazón…». Ilustración del manuscrito medieval de la Novela de Alexandre (siglo XIV).

por Lilliana Ramos Collado

Recuerdo la primera vez que escuché a Shakira, junto a Miguel Bosé, interpretar “Si tú no vuelves”, parte de disco titulado Papito que es, de hecho, un disco perfecto. [Escucha la canción y disfruta el vídeo aquí: https://www.youtube.com/watch?v=0FXHti3r_dQPapito da cuenta de los amores musicales de Bosé con tantos de sus amigos cantantes. En la letra atropellada de esa canción quejosa y hermosa, creí encontrar el catálogo de males del amor: pérdida, lejanía, noche, requiebro. Pensé en ese “amor lejano” cocinado a fuego lento en el siglo XII en Francia, que a la vez emulaba los requiebros de un Tibulo, de un Propercio y de un Ovidio, igualmente tristes, desolados, abandonados, y hambrientos de recuperar un amor en fuga, quienes escribieron tantas y tantas «elegías eróticas» en la Antigüedad…

Que todavía hoy los boleros se acerquen al amor desde ese repertorio antiguo y medieval de soledades y desolaciones da mucho que hablar: quizás el hecho de que el amor siempre sea uno y el mismo; y su consecuencia: el amor no viene a nosotros para hacernos felices. El ser amado, al decir de Jacques Lacan, es un conversante inhumano, cuyas palabras nunca traen el cuerpo de la mano. El amor nos saca a todos ese jugo doloroso que llamamos “lágrimas”.

“Si tú no vuelves”, musita Shakira, “se secarán todos los mares y esperaré sin ti tapiado al fondo de algún recuerdo”. El encierro en la angustia de la pérdida se muestra en el soliloquio. El amante solitario habla solo mientras riñe sin saberlo con su propia alma. El ancho mar da cuenta exponencial de las lágrimas, de un “mar de lágrimas”; la espera anula el tiempo donde se instala, “tapiada”, la desesperación. La inmovilidad, hija de la espera, da cuenta de un alma estancada que delira, mirando con fijeza la interminable película mental de “lo que fue”.

Y Bosé reponde: “Si tú no vuelves no quedarán más que desiertos y escucharé por si algún suspiro le queda a esta tierra”, porque, en el amor, el mundo entero parece resbalar hacia la decandencia, y la tierra misma va muriendo con nosotros. El mundo era hermoso cuando había reciprocidad, y ya ha perdido, en la soledad, su perfume. De hecho, ha perdido toda esa materia que da la cercanía.

"Amor amor amor, estoy aquí, ¿no ves? Si no vuelves no habrá vida, no sé lo que haré."

«Amor amor amor, estoy aquí, ¿no ves? Si no vuelves no habrá vida, no sé lo que haré.»

“Y cada noche vendrá una estrella a hacerme compañía” y esa estrella te dirá de mí para que “sepas lo que hay”. Esa distancia astronómica marca la enormidad de la distancia, un dolor de dimensiones intergalácticas, la infinitud de la noche temible del desasosiego. “Si no vuelves no habrá vida, no sé lo que haré”. Es la estrella la que habla. Con el desamor, el universo esta abocado a desaparecer. Soy invisible, soy la estrella que no ves. Ella te habla, y tú no escuchas.

Contigo, el mundo es infinito. Sin ti, la noche oscura del alma es infinita. Contigo el tiempo de detiene. Sin ti el tiempo se precipita hacia la oscuridad. “Caminaré con mi tristeza bebiendo lluvia”. Valery ya lo había dicho: “Llueve sobre mi corazón como llora sobra la ciudad”. Qué elocuencia la del amante desolado que lleva el mundo a la catástrofe por la pérdida de un amor. Y qué bella canción que nos hace desear haber perdido un gran amor para poder escribir gran poesía…