Etiquetas

, , , , , , ,

Sí, las imágenes son demasiado grandes y la gente hace cosas en las películas que resultan inexplicables en la vida real…

Incendies

Denis Villeneuve, Incendies (2010).

por Lilliana Ramos Collado

Una se sienta en la sala de cine y lo primero que experimenta es la oscuridad, el silencio forzado, una silla demasiado incómoda. Se forma una comunidad de espectadores en filas estrictas, todos mirando hacia el frente, los ojos esclavos de la imagen que parpadeará proyectada en un telón. La experiencia del cine es a la vez solitaria y solidaria. Solitaria por la indeseabilidad de murmurar con el vecino, y solidaria porque nos sabemos acompañados de mucha gente que observa lo mismo que nosotros. Estamos en un vecindario cuyos lazos quedan quebrados por la norma de etiqueta del lugar: mirar hacia el frente y guardar silencio.

Steven Spielberg, E.T.

Steven Spielberg, E.T. (1982).

Es terrible para mí esa norma estricta, no poder comentar a cada paso los eventos narrados en un formato exaltado, de figuras enormes. Me acuerdo de esa escena sublime en E.T, de Steven Spielgerg, https://www.youtube.com/watch?v=oR1-UFrcZ0k, en la cual, rodeados por la policía, los chicos en bicicleta alzan vuelo. Y también recuerdo esa escena impresionante de Umberto D, de Vittorio de Sica, https://www.youtube.com/watch?v=npqZnCwfTuw, en la cual el anciano y su ingenioso perrito Flike se salvan uno al otro de las ruedas del tren, para un final conmovedor…

Vittorio de Sica, Umberto D.

Vittorio de Sica, Umberto D (1952).

También me acuerdo de aquella escena de Amarcord, del gran Federico Fellini, en la cual se dramatiza la anamorfosis de la imagen fílmica gigantesca mientras el pueblo entero aborda sus botecitos para dar la bienvenida al primer transatlántico que pasa cerca de la isla, y nosotros en el cine lo vemos todo desde el mismo ángulo desde el cual ellos vieron la enorme nave: desde abajo. https://www.youtube.com/watch?v=Zlq0l7kuxtQ

Federico Fellini, Amarcord.

Federico Fellini, Amarcord (1973).

Y me acuerdo de haber estado, a los 12 años, en el cine Oller de Bayamón, viendo The Sound of Music, esos primeros minutos del film cuando una solitaria Julie Andrews, en lo alto de una montaña alpina, comienza a cantar “The Hills are alive with the sound of music”, https://www.youtube.com/watch?v=5fH2FOn1V5g, y escuchar a unas ancianas que estaban sentadas detrás de mí preguntarse, “¿Y por qué ella canta ahí sola, en la montaña”? Sí, las imágenes son demasiado grandes y la gente hace cosas en las películas que resultan inexplicables en la vida real: de momento, en medio de una escena, un personaje puede salir volando o irrumpir en canto, y eso es normal. ¡Pero hay que callarse las sorpresas!

Rogers and Hammerstein, The Sound of Music.

Robert Wise, The Sound of Music (1965).

De la bella película de Woody Allen, The Purple Rose of Cairo, aprendemos, de una forma casi literal, que el cine puede, con sus propuestas de vida y sus tramas trilladas, reemplazar la realidad y torcer la visión de mundo de los que asisten a sus peripecias. https://www.youtube.com/watch?v=tB__UF2LbWY. La protagonista está tan atenta a la falsa realidad que se presenta en la pantalla de cine que un buen día, luego de ver esta película tantas veces, el personaje principal se sale de la pantalla y entra en el mundo “real”, dándole la vuelta a la vida para convertirla, también, en una escena de cine, pero al revés. No es de sorprender que la pobre Mia Farrow capte, eventualmente, la imposibilidad de hacer realidad las tramas del cine y eventualmente el romance entre el personaje de la película dentro de la película, la abandona, precisamente porque no es “real”.

Woody Allen, The Purple Rose of Cairo.

Woody Allen, The Purple Rose of Cairo (1985).

Pero el cine también puede presentarnos experiencias vitales de forma que comprendamos sus consecuencias. Dos películas me vienen a la mente, Before de Rain, (1994), https://www.youtube.com/watch?v=1Ahnr3cN17A, una película macedonia dirigida por Milche Manchevski, en la cual el tránsito de los personajes a través de Europa va mostrando que el tiempo va cambiando de esquema: lo que ocurre en Inglaterra pertenece a un calendario distinto de lo que ocurre en Macedonia porque estas civilizaciones no van a la par. Otro film que opera esas alocronías entre países que no van a la par es la bellísima y terrible https://www.youtube.com/watch?v=0nycksytL1AIncendies (2010), de Denis Villeneuve, en la cual unos gemelos canadienses viajan desde Canadá hacia Palestina, en medio de la guerra, en busca de su padre verdadero, en una trama que se vuelve sobre sí misma confundiendo tiempos y espacios.

Before the Rain.

Milche Manchevski, Before the Rain (1994).

La lección de estos dos filmes es que, del mismo modo en que una película puede descomponer el esquema temporal unidireccional que experimentamos en la vida, hay lugares en el mundo que no están en “nuestro momento”, y que viven el tiempo de otro modo, sobre todo los lugares que existen dentro de las garras de la guerra… pues la guerra tiene su propia temporalidad. Una propuesta parecida presenta el bello filme The Hours https://www.youtube.com/watch?v=r39_k_uHCEI, (2002) de Stephen Daldry, que recorre la relación entre madre e hijo en una secuencia temporal quebrada que la relaciona con cruces literarios entre personas, personajes, espacios “reales” y espacios “literarios.

The Hours.

Stephen Daldry, The Hours (2002).

Lo que el cine me da es confusión, pero esa confusión es indispensable para comprender que la vida, como dijo una vez Federico García Lorca, “no es noble, ni bella, ni sagrada”. No asistimos a la vida de la misma forma en todas partes, no usamos el lenguaje para los mismos fines, no percibimos el tiempo del mismo modo aunque llevemos un reloj en la muñeca. El cine es, realmente, una ventana hacia la diferencia, aunque esa diferencia sea cursi o densa, chata o exaltada, pero, a fin de cuentas, casi imposible de captar en la vida del lado de acá de la pantalla. Y, óiganme, amigos: sólo he llorado tres veces como una idiota en el cine: la primera, en la escena del transatlántico de Amarcord. La segunda, cuando Umberto salvó a Flike, y Flike a Umberto, de ser aplastados por el tren. Y la tercera, cuando los chicos salieron volando con E.T. para ayudarle a escapar de la policía. Y lloré igual colgando este artículo por aquí, en mi Bodegón. También hay que ser cursi para gozarse a plenitud ciertas películas…

Yo… en el cine. :-)

Yo… en el cine. 🙂

Anuncio publicitario